Centralismo y federalismo fueron la alternativa que marco el rumbo de la sociedad mexicana. Los realistas o prohispánicos estaban asociados con la masonería de rito escocés, así, se llamaban escoceses y eran partidarios de un régimen central fuerte, por lo que también se les conocía como centralistas. Los antiguos insurgentes, asociados a su vez con la masonería de rito yorquino, se convirtieron en federalistas, es decir, favorecían una federación según el modelo de Estados Unidos.
Con la republica centralista el gobierno quedaba en un órgano central, responsable de la administración publica, que se encargaba de la designación de los gobernadores de los Departamentos (los anteriores estados), en los que además desaparecían los congresos locales y las rentas publicas quedaban a cargo del gobierno central.
Con el régimen federal, la organización del país sé hacia mediante un pacto entre los estados de la Republica, a través de la Constitución que les garantizaba su soberanía, en la que podían disponer de una constitución y un congreso estatales.
Las constantes diferencias entre centralistas y federalistas impidieron instalar un gobierno estable. En ello se llevo gran responsabilidad Santa Anna, quien se apresuraba a empuñar las armas en cuanto veía la oportunidad de ocupar la presidencia; unas veces los centralistas y otras los federalistas recurrían a el para dominar opositores.
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